LA PRIMERA AVENIDA DE COMAYAGÜELA (1968-1974)

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2 de marzo de 2024
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12:35 am
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LA PRIMERA AVENIDA DE COMAYAGÜELA (1968-1974)

Mi hija Claudia con Anita Escalón, su tía. 1969.

Tito Ortiz

Yo nunca viví en la primera avenida de Comayagüela. En 1968 iba a visitar a Gilda Escalón a diario en calidad de novio. Sin embargo, llegué a conocer a todos los vecinos y le agarré cariño a esa primera avenida, como que si fuera mía. En 1970 me casé con Gilda.

Comenzando donde estaba el Servicio Nacional para la Erradicación de la Malaria (SNEM) recuerdo la casa de las Valenzuela, Valerie, Mae, Chisty, Charlotte y Doris Renee que cuando éramos adolescentes me encantaba y jugábamos Monopoly por horas. Luego la casa de Chepe Reyes Noyola con sus hermanas Sonia Felicidad y Maruca, que en la cornisa de piedra de la puerta resaltaba el nombre “Sonia”.

En frente estaba la casa de don Guayo Fiallos y doña Lolita, sus hijos Dennis, Lorna, Néstor (amigo mío que me enseñó a leer), Allan y Diana. La casa de don Jaime Lacayo y Sra. Con sus hijas Lastenia, Clementina y María Fernanda. La de mi querido profesor de matemáticas Pepe Pineda y su hermana. La de la familia Cano, Betty y Óscar.

Una fábrica de hielo. Schmid y Tentory, de Egidio, Fernando y Gino.

La Calderón, de Nelson Calderón que exhibían películas. La casa de las Morales y Charly, joven alto, delgado y estilizado que se fue para Nueva York. La de los Tercero, Liz, Luz María y Rafael. La del abogado Jacinto Octavio Durón, doña Marina y mis amigas Gloria, Elena, Chiqui, y Lucy. El estacionamiento de carros. El edificio de la E.N.E.E. La imprenta de don Rufino, en donde nos hicieron las tarjetas de invitación de nuestra boda. Al lado la Cruz Roja. La artista doña Dora Erhler y su hijo mi amigo y compañero de colegio Riley Wooten (QDDG). Doña Clorinda, la excelente costurera con su hija. Mi amiga Lourdes Trejo, Óscar Siri, la casa del laureado Luis Andrés Zúñiga con Rafael (El caballeroso Fai), Conchita y María Elena Osorio Escalón.

La enorme casa de gruesas paredes de adobe con su patio central y pisos de mosaicos, que colindaba con el río, de don Pío Uclés y doña Pura, que estaba dividida en secciones para cada familia, doña Lola Uclés con sus cuatro hijas: Las Escalón, Claudia, Gilda, Marta, Dolores y Anita. La familia de Tavo Uclés y Gloria con Miguel, Rafa, Roberto, Gloria María y Guillermo. La de Mincho Uclés con Julita y sus hijas Karla y Pía.

Nando Uclés con Tinita y su hijo Marco.

En ese tiempo las puertas de las casas permanecían abiertas y mientras platicábamos sentados en la sala, nos saludábamos con los vecinos que iban pasando. Además, uno podía caminar a altas horas de la noche sin ningún temor. La gran casona de los Uclés tenía una entrada principal que era la sala de doña Lola. Toda la familia pasaba por ahí. Un día vimos un señor cómodamente sentado en el sofá. Cada uno de nosotros creíamos que era una amistad del otro. Un rato después desapareció el señor y con él, el equipo de sonido.

Una noche nos avisaron que un ladrón estaba tratando de robarse el radio del VW de doña Lola que estaba estacionado en frente de la casa. Yo que estaba de visita y el único hombre en ese momento, quise apantallar a Gilda y salí a la puerta y le grité al hombre con la voz más ronca que podía, al tiempo que aplaudía para asustarlo. Lo logré, el hombre salió corriendo. No conforme yo, quise apantallar más a mi novia, corriendo tras de él. Agarró para el río con la calle oscura, cuando lo vi recoger una gran roca. Entonces ya era él el que me venía siguiendo. Por suerte la puerta de la casa seguía abierta y me metí a toda velocidad cerrando la puerta tras de mí y tratando de convencerme a mí mismo que en ciertas ocasiones huir no es cobardía. Gilda no quedó muy apantallada.

Más abajo la casa de las Inestroza, Lety, Lucila y Lía. Mis amigas Amalia y Tatiana.

Los billares La Sede. La Zapatería Bran. La casa de Monchito Zúniga. La casa de Aida Will, la de Liliana Yacamán, la de Gloria Calona. La casa del Ing. Arnulfo Mazier y su esposa Alida, amigos míos. La sastrería La Habana de Carlos Cáceres, que estudió alta costura en Cuba, donde además encontraba finos zapatos, bastones y sombreros.

Terminaba uno el recorrido de la primera avenida en la Fecesitlih llegando al puente Mallol.

A veces paso por la primera avenida que ahora no reconozco. La gran casona de los Uclés, fue arrasada por el huracán Mitch. Se llevó todo, hasta el terreno. Solo quedaron los recuerdos.

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