Una singular ley de 1857 sobre el juego y la embriaguez en Honduras

ZV/8 de June de 2024/12:19 a.m.

Historia de las bebidas, la embriaguez, y el alcoholismo en Honduras
(Fragmento)

La primera legislación republicana que ordena de mane-ra general las rentas de aguardiente, fue emitida por la Asamblea el 27 de agosto de 1827. Dicha ley introdujo una serie de “Arbitrios y medios” para cubrir los gastos de la administración y amortizar las deudas de los Estados. Estas medidas se justificaban porque se consideraba “perjudicial y peligroso” establecer nuevos impuestos ya que “la opinión pública se ha manifestado por las medidas que hagan más productivo el ramo de aguardiente”.

Más tarde, en 1831, se aprobó otro reglamento el cual atacaba fuertemente el contrabando de licor, porque impedía la venta de aguardiente entre pueblos y estanquillos de diferentes poblados.

Además ajustaba nuevas penas y multas al contrabando de licor e imponía a los asentistas o arrendatarios el establecimiento de guardias para celar dicho contrabando. El ramo de aguardientes sería administrado por un “Receptor” o “Administrador principal”, encargado de recaudar todos los ramos de la Hacienda Pública, el cual sería nombrado por el Ministro Contador de alcabala interior del Estado. Éste también debía juzgar y condenar el contrabando. El Reglamento de 1831 también introducía un cambio importante en el sistema de “Remates”, con la ad-misión de un solo postor que pujaría a partir de los 1000 pesos mensuales. Esto tendía a favorecer el monopolio de la comercialización del aguardiente en manos de pocos arrendatarios, con lo cual se puso de manifiesto el interés de las autoridades estatales de reforzar esta tendencia de concentrar el ramo en pocos empresarios.

En todo caso, lo cierto es que el monopolio de aguardiente fue una de las principales rentas de la República Federal que se mantuvo en pie entre 1824 y 1839, sin embargo, como se sabe, el proyecto unionista de Francisco Morazán fue frenado por la reacción opositora de los conservadores aliados con la jerarquía católica de la región, y así se instalaron en el istmo durante casi treinta años los sectores conservadores en un periodo que se ha dado en llamar “la anarquía” o de la “reacción conservadora”, bajo la hegemonía del guatemalteco Rafael Carrera.