Dice George Steiner que seguimos hablando todavía de la «salida» y la «puesta» del sol. Y lo hacemos como si el modelo ptolomeico del sistema solar no hubiese sido sustituido, de forma irreversible, por el copernicano. En nuestro vocabulario y nuestra gramática habitan metáforas vacías y gastadas figuras retóricas que están firmemente atrapadas en los andamiajes y recovecos del habla de cada día, por donde erran como vagabundos o como fantasmas de desván.
Permítanme insistir en la idea de Steiner pues a pesar de que De revolutionibus orbium coelestium de Niklas Koppernigk dejara ya bien establecido en 1543 que la tierra gira alrededor del sol, y a pesar de que 1632 Galileo defendiera el modelo heliocéntrico en su Diálogo sobre los dos máximos sistemas, tolomeico y coperniquiano, hubo que esperar 359 años, 4 meses y 9 días para que la iglesia pidiera perdón por la sentencia de inquisición de Galileo Galilei y todavía no hay fecha prevista para que comencemos a nombrar los atardeceres y amaneceres como giros de la tierra en lugar de puestas y salidas del sol.
He insistido tanto, porque es deber volver en el camino andado y buscar aquello que por ley divina hemos dejado u obviado en las acequias.
Lo mismo ocurre con nuestras leyendas bautismales, estas pequeñas líneas buscan aportar una neblina a nuestra borrascosa historia de orígenes y toponímicos. ¿Tierra Firme fue el primer nombre de Honduras o del continente? He aquí dos hermosas fuentes bibliográficas, las Relaciones universales de Juan Botero Brenes de 1603 y la Descripción de todas las provincias de Jayme Rebullosa de la orden de precadicadores, de 1748.