A falta de inteligencia, absolutismo

MA/1 de May de 2024/12:10 a.m.

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La inteligencia – como bien pensaba Hans Magnus Enzensberger- es un bien escaso. No todos han sido premiados con esta virtud personalísima, que los psicólogos se han empecinado en medir a través del famoso “Coeficiente de inteligencia”.

Ahora resulta que hay más de una docena de inteligencias que funcionan a manera de premios de consolación para quienes no destellan como los típicos alumnos del 100 %. Así, Messi vendría siendo un inteligente corporal-cinestésico y Chopin, un inteligente musical.

En el campo político hemos conocido tres tipos de personas a lo largo de nuestra existencia: los inteligentes, los vivarachos y los idiotas. Los primeros son como las lluvias en el desierto; los otros son superpoblación. Lo que nos mueve a preocupación es que, en muchos países, los gobiernos están siendo ejercidos por individuos que presentan los siguientes síntomas típicos de la escasez de materia gris: la incapacidad para consolidar la democracia como un sistema participativo, la ineptitud para promover puntos de encuentro con los demás actores sociales y la insuficiencia mental para impulsar el bienestar material de la sociedad.

Por el contrario, lo que estamos viendo por estos días es una tendencia incontinente a concentrar el poder sin restricciones legales o morales, lo que los psicólogos denominan “resistencia a la imaginación”, una desmesurada forma de gobernar sin medir las consecuencias futuras. Recordemos el vertiginoso ascenso de Napoleón y de Hitler, y en sus desgraciadas caídas. Solo por mencionar algunos casos.

No se trata de tipos inteligentes los que siguen esta predisposición amenazante -pensemos en Putin o en Daniel Ortega-, sino de vivarachos que la gente supone superiores por haber escalado tales posiciones engañando a las masas entusiasmadas, o aparentando virtudes que no son tales. A ello sumemos la ineptitud de sus contrincantes y la eficiencia colaborativa de los “Einsatzgruppe” de las redes sociales. Muchos analistas políticos suelen denominarles con inocencia y con cierto arrebato ideológico, como “Líderes populares” o “Fenómenos políticos en ascenso”.

Su actitud absolutista desdice cualquier signo de inteligencia, al asumir que cometer fraude, tender trampas legales a los opositores y eliminar a esa plaga repelente que son sus críticos, son competencias exclusivas de líderes de valía. Wilhelm Reich, el gran psicoanalista, creía firmemente que Stalin -a quien apodaba despectivamente como “Modju” por las iniciales de Mocénigo, un don nadie que entregó a Giordano Bruno a la Inquisición, y Dzhugashvili, el segundo nombre del dictador soviético-, jamás pudo encontrar el camino del ideal comunista, así que devino en frustración, y de esta, pasó a la mentira, a la manipulación y a la represión.

En la era de la Inteligencia Artificial, los dictadores ya no tienen que preocuparse tanto por inventar las trampas. La manipulación de la información, el hackeo electoral, la represión y la extorsión, mediante el control digital, hacen el trabajo que tanto les costó a Hitler y a Stalin. La modernidad es confort, dicen.

Mientras el absolutismo crece y la democracia pierde terreno, organismos y comunidades virtuales sugieren la alfabetización digital masiva para contener esta pandemia que se esparce por todo el mundo, y presentar batalla en el campo de las plataformas conectadas en red. Una dura batalla frente a un enemigo que incluso ha conformado bloques regionales, que establece la cooperación y que se erige como la única forma de gobierno. Con líderes poco inteligentes, eso sí, que lamentablemente no recuerdan la desgracia de sus antepasados absolutistas.