Una verdadera refundación nacional

MA
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3 de julio de 2024
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12:31 am
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Una verdadera refundación nacional

**Héctor A. Martínez (Sociólogo)

En uno de sus exhaustivos escritos, la filósofa hondureña Irma Becerra lanza una pregunta que a todas luces es un ultimátum para el liderazgo político, empresarial y académico del país -si acaso lo hubiera-: “¿Dónde está el espíritu ciudadano de los hondureños para salvar al país de una verdadera debacle?” -cuestiona Becerra-; y remata con una no muy ortodoxa sentencia: “Necesitamos filosofía”.

Desde luego que esto de la filosofía, para cualquier político o empresario nacional, resulta una puerilidad en el mundo de los negocios y un tema trasnochado en los escenarios de la política, dos esferas donde el cortoplacismo y los réditos inmediatos resultan más provechosos que la racionalidad a largo plazo. En cuanto a la academia, la filosofía no trasciende más allá de la memorización de biografías y escuelas que amargan la existencia de los estudiantes, por lo inextricable de su contenido y porque suena a rancio y aburrido.

Pero Becerra tiene razón: necesitamos filosofía; y yo agregaría, filosofía para reorganizar la sociedad y desatar una verdadera revolución política y económica; una explosión atómica que genere una reacción en cadena en todo el sistema institucional, desde la familia hasta el Estado. Nada de esto resulta posible sin una guía racional y un faro moral que repare el daño infligido por la polución política, la mezquindad empresarial y el sempiterno descasamiento entre la academia y la sociedad.

Precisamos, por deber perentorio, rehacer el maltrecho espíritu nacional; salvar las instituciones de las garras de aquellos grupillos que se aprovechan del Estado para obtener medios y recursos que, en un ambiente de diafanidad institucional, abonarían al progreso sostenido y al bienestar colectivo. Nuestra política está hecha jirones mientras los empresarios aún no toman consciencia de que, como sostenía David C. McClelland, son los responsables del desarrollo económico, no los políticos ni los planificadores.

Salvar a Honduras de la irresponsabilidad politiquera significa encontrar los medios hacia la integración nacional y evitar la dispersión que hoy nos abate. John Adams escribió un día, mientras se organizaba la joven nación norteamericana: “Debemos poner en práctica las teorías de los mejores escritores”. Los mejores nos acercan a la verdad, mientras los pasotas ideologizados nos describen mundos ilusorios, imposturas de la realidad.

Dos cosas se necesitan para salvar a Honduras y transformar la cultura y la idiosincrasia nacional, ya en estado anómico, por cierto. Primero, liderazgos íntegros que movilicen las masas, no por apasionamiento coyunturalmente electoral, sino por inspiración moral. Liderazgos con capacidad de articulación sectorial que, a pesar de las censuras, conozcan el destino final, como el “staff” de Moisés en el Sinaí. Precisamos cicerones de sabiduría; comunidad de “Sophos”, como decían los griegos, que hasta estos momentos no los avizoramos por ningún lado.
Segundo: conocimiento científico sobre la orquestación de la maquinaria social, en un mundo cada vez más convulso, que exige una persistente adaptación darwiniana al mismo.

Quienes escriban esa visión, esa filosofía de la salvación nacional, tendrán que partir de la firme convicción en la democracia liberal; en la economía de mercado libre, en la separación y respeto de los poderes, en gobiernos integrados por los mejores. Serán hombres y mujeres que crean en la universalidad de la justicia y la libertad; que ensamblen consensos con habilidad magistral, y que, finalmente, sepan desplegar la nueva moral en cada institución de la sociedad, desde la familia hasta el Estado.

Esa sería una refundación de verdad.

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