¿EL PECADO?

MA
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3 de julio de 2024
/
12:25 am
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¿EL PECADO?

EL fenómeno planteado en el editorial de ayer no es exclusivo de las sociedades europeas. Estados Unidos ha evidenciado un mayor apoyo a posiciones políticas de extrema derecha y, en cierto grado, de extrema izquierda. Un populismo “mesiánico” que gira en torno a la popularidad de una figura provocadora. Capaz de escarbar hondo en lo más oculto del alma –los miedos, los resentimientos y los prejuicios– de las personas. Por supuesto, en la medida que se apocan los centros y les queda chinga la moderación, necesarios para el equilibrio, el conflicto –impulsado por factores económicos, culturales y sociales que están reconfigurando el balance político mundial– agudiza la polarización y el desencuentro. Dicho lo anterior –con asistencia del robot de la IA– exploramos ¿qué papel juegan la tecnología de la comunicación y las redes sociales en estas tendencias, si bien reconociendo que no son la única razón detrás del posicionamiento extremo de las personas?

Así que, a riesgo de ser repetitivo de lo que tantas veces hemos dicho, como para que gente boca abierta –con ánimo de poner cura– tome conciencia de lo que está pasando y del porqué está sucediendo, volvemos a insistir: “Las plataformas de redes sociales utilizan algoritmos que priorizan el contenido que es más probable que genere interacción, como clics, comentarios y compartidos”. “Este contenido tiende a ser sensacionalista, polarizante y emocionalmente cargado, lo que puede llevar a la radicalización de las opiniones”. “Las redes sociales permiten a los usuarios seleccionar y seguir a personas y páginas que refuercen sus propias creencias y opiniones. Esto crea cámaras de eco donde se amplifican las ideas extremas y se minimizan las voces contrarias, consolidando aún más las posturas polarizadas”. “La facilidad con la que se puede difundir información falsa o engañosa en las redes sociales contribuye a la confusión y a la desconfianza en las fuentes tradicionales de información”. “Los discursos populistas que apelan a los instintos más bajos se benefician de esta dinámica, ya que pueden propagarse rápidamente sin una verificación rigurosa”. “Las plataformas tienden a mostrar contenido que confirma las creencias del usuario, lo que refuerza las divisiones ideológicas. Esto se conoce como polarización informativa, donde los individuos se exponen a un flujo constante de contenido que valida sus opiniones y demoniza a la oposición”. “Las redes sociales permiten la rápida organización y movilización de grupos. Esto puede ser positivo para movimientos sociales legítimos, pero también facilita la coordinación de grupos extremistas y la propagación de mensajes de odio”. “El anonimato en línea permite a las personas expresar opiniones extremas y participar en comportamientos agresivos sin temor a repercusiones. Esto fomenta una cultura de confrontación y hostilidad”.

(Si lo anterior es innegable –entra el Sisimite– ¿por qué ni los gobiernos, ni los líderes con capacidad de decisión, toman cartas en el asunto, para corregir lo que trastorna las sociedades? -Jue –interviene Winston– a lo Hamlet, “he ahí el dilema”. ¿Será porque es lo rentable al interés de lucro de los magnates de Silicon Valley, que son los que en realidad –con el control de las mentes y la nociva manipulación de la información– gobiernan el mundo? Una vez que inventaste el pecado, ¿cuál sería el interés de los que se benefician del mismo, de evitar la tentación de cometerlo? -O sea –interrumpe el Sisimite– lo que estás insinuando es que ¿no hay interés político de remediar el problema si los que deciden, lejos de interesarse por el bienestar de la sociedad y la salud colectiva, usan el mal para provecho propio? -Más o menos –responde Winston– o bien los que pudiesen tener voluntad de actuar no tienen idea ni por dónde empezar. Carecen de entendimiento sobre la naturaleza técnica de esta tecnología y no tienen el menor conocimiento de sus alcances. Para resumir en caliche: El mal va “despupusado” y la habilidad de detenerlo “a pincel”).

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