Vértice: Las zarigüeyas

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29 de junio de 2024
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12:06 am
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Vértice: Las zarigüeyas

Por: Fernando Berríos

Y en el fragor de las prematuras campañas políticas hoy les vamos a escribir sobre las zarigüeyas, sí, de esos animalitos considerados “feos” y “repugnantes” pero que son tan necesarios para el equilibrio ecológico.

En Honduras les llamamos tacuacines. Tierra adentro, las personas los capturan y se los comen. Recuerdo cuando era niño, capturamos a varios con el primo Moncho en Nacaome. Él se los comía, yo siempre decía “paso”.

El tacuacín es considerado un marsupial y no un roedor, es decir, no es una rata gigante como se suele decir. Más bien, es considerado familia (primo para ser exacto) de los canguros.

Es un animal tan potente que, de acuerdo a lo que hemos leído, puede soportar hasta 80 mordeduras de serpiente cascabel o serpientes de coral.

Como no es una rata, se suele alimentar de garrapatas, frutas, granos, semillas, insectos y hasta pequeños vertebrados.

Tierra adentro, por ignorancia (o por hambre) los matan. Algunos dicen que deben erradicarlos para poner a salvo las gallinas y los polluelos.

Cuando se captura a uno de ellos, se hace el muerto como un mecanismo de defensa ante sus captores. Resiste leñazos, no uno sino varios y cuando se le cree muerto, huye con velocidad. A pesar de su fortaleza, son de corta vida, a lo mucho cuatro años si están en cautiverio.

En otros países se les conoce como zorra mochilera, porque cargan a todas sus crías en la espalda como si fuera una mochila.

Una zarigüeya o tacuacín pueden tener hasta 21 crías, pero no todos logran sobrevivir porque solo tiene 13 pezones, al que viven fijadas las crías durante 90 días en la etapa de desarrollo.

Pues usted estimado lector se preguntará por qué estamos hablando de zarigüeyas. En realidad, lo hago por la similitud que encontramos entre estos animalitos “feos” pero necesarios con los políticos.

Los políticos son como los tacuacines. Las crías brotan y en el afán de sobrevivir se suben al lomo de la zarigüeya. Similar a lo que ocurre en Honduras con muchos que quieren avanzar en sus carreras políticas pero aferrados de la popularidad de candidatos que son verdaderas maquinarias de atracción de votos.

El caso más emblemático en Honduras es el del presidenciable Salvador Nasralla. Es tan abrumadora su popularidad, que muchos quieren subirse sobre sus espaldas porque esto les da muchas probabilidades de ganar un cargo de elección popular.

Tal y como las crías de la zarigüeya, se aferran a la teta por el tiempo necesario hasta que logran su objetivo y después toman su propio camino. En el caso del ingeniero Nasralla, no una sino varias veces ha sido traicionado por aquellos que solo lo usaron como trampolín.

Se aprovecharon de su popularidad y una vez lograron los cargos de elección popular (una curul en el Congreso Nacional) lo dejan a un lado y hasta llegan al extremo de despotricar en su contra, haciendo gala del insulto.

Así son los políticos: despreciables, ingratos, muchos de ellos deshonestos, sumamente cínicos y afanados en la hipocresía. Por un lado, dan palmaditas, pero por otro entierran el puñal. Al pueblo lo menosprecian, se burlan en su cara una y otra vez. Lo que sí hacen es restregarle al pueblo sus vidas de lujo, sus excesos, sus manifestaciones de poder.

Ahora bien, no todos son así, todavía hay un reducto de hombres y mujeres que quieren participar en la política para cambiar el rumbo del país. Las zarigüeyas, si bien son feas, no son malas, es más, son necesarias para el equilibrio de los ecosistemas.

Y esto es lo que necesitamos en Honduras, una clase política renovada, enfocada en el bien común, en la buena gobernanza, en la defensa de los principios democráticos.

Necesitamos políticos que no vean al país como un feudo, ni mucho menos como una hacienda particular porque este es el país de todos y no de unos pocos.

Hoy por hoy, en el fragor de las campañas políticas prematuras, tenemos buenos hombres y mujeres que aspiran al solio presidencial. Algunos de ellos lo hacen pensando en sus propios intereses y no en los colectivos, pero eso no les quita que sean buenas personas.

Otros aspiran por satisfacer egos personales y otros porque solo desean que sus nombres queden registrados en la historia y para la posteridad.

Deseamos ver a una nueva clase política, renovada, ética, con principios y con la debida formación para sacar a un país de la pobreza en la que esa clase política vieja, rancia, hedionda y corrupta, nos tiene hundidos.

X: @berriosfernando
Email: [email protected]

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