LETRAS LIBERTARIAS: “¡La Izquierda y la Derecha unidas…!

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29 de junio de 2024
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12:03 am
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LETRAS LIBERTARIAS: “¡La Izquierda y la Derecha unidas…!

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La irreverente máxima que reza, “La Izquierda y la Derecha unidas, jamás serán vencidas” fue proclamada hace muchos años por el antipoeta chileno Nicanor Parra, de quien poseo varias de sus obras. Antes de lanzar la blasfemia, Parra había dicho que “Prosa y verso no son rectas paralelas, sino convergentes; algo parecido a lo que ocurre en política”; y luego prosiguió con aquella terrible sentencia.

A Nicanor Parra, la historia le ha dado la razón, pues resulta que la idea distorsionada y entronizada de que el mundo debe dividirse en dos extremos ideológicos necesarios -a manera de ley de la bipolaridad-, ha obstruido la superación de los grandes problemas del mundo -sobre todo de la pobreza latinoamericana- y ha contribuido a fomentar el odio entre clases, gremios y gobiernos. Pero, más allá de las divergencias ideológicas, tanto las derechas como las izquierdas latinoamericanas parecen encontrarse perversamente en un punto álgido del camino. ¿Qué significa esto?

Significa que, en el pasado, las propuestas de la izquierda se ponían a prueba cuando un sector no tradicional se alzaba con el poder tomando por la fuerza el control total del Estado, en nombre del socialismo, como en Cuba en 1959, o por la vía electoral, como en Chile en 1970. Luego todo se convertía en un fraude: la humanización de aquellas masas a las que juraron liberar de las garras del capitalismo salvaje y la miseria resultó ser un cuento de camino real.

Aquel oso soviético patrocinador de las revoluciones se transfigura en el líder mongol que arrasa el Rus de Kiev, vitaminando con su mal ejemplo a la exangüe izquierda latinoamericana, que levanta los mohosos estandartes que la inspiraron en el pasado, imaginando que la URSS ha vuelto por sus fueros. Mientras tanto, China, con todo y su poderío económico, despierta la codicia y el afán de hacer negocios personales entre las huestes de uno y otro bando. Ahí yace el quid del asunto, pues resulta que la izquierda latinoamericana, acostumbrada a aborrecer lo que desea profundamente- ha visto en el Estado el único medio, no para llevar a cabo una revolución humanista y radical, sino para desplazar a las élites tradicionales del Olimpo, que se han beneficiado del ogro filantrópico, como le llamaba Octavio Paz al Estado moderno.

Llegados al poder, tal como hacen los partidos conservadores, la retórica moralista y la enjundia reformista se va al carajo, y en su lugar se antepone una cofradía de amigotes que llevará una vida con la que siempre soñaron; eso sí: desbaratando la insípida democracia, e instaurando un plan de mil años, como pretendía Hitler. Hasta ahora, Daniel Ortega y Nicolás Maduro lo han hecho muy bien. Otros hacen fila mientras les llega su turno de escalar el podio del éxito.

Pobreza y éxodo proceden a la ineficacia política: los problemas de América Latina no se resuelven controlando los medios de producción ni con mercados cautivos a los que se acostumbraron las élites de derechas, sino a partir de un liberalismo económico que resulta incongruente con la prédica socialista y con el mercantilismo de compadres.

De modo que las izquierdas aburguesadas y las derechas recalcitrantes de hoy, contemplan la posibilidad de establecer alianzas estratégicas, aprendiendo a convivir con el “enemigo” en ese ecosistema donde hay suficiente para todos, menos para el “populus”, condenado a la pena eterna, esperando por los redentores de verdad. ¿Tenía razón Nicanor Parra?

 

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