¿LOS GESTOS Y EL TONO?

ZV
/
28 de junio de 2024
/
12:52 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
¿LOS GESTOS Y EL TONO?

LA economía está tan mal, que no alcanzó para un golpe de Estado completo, así que nos dieron el pack económico: Golpe de Dictador Pobre”. “El simulacro ha terminado, favor retirarse de gasolineras y supermercados”. “Asociación de supermercados y surtidores, solicitan un golpe de Estado 1 vez por semana”. (Eso –explica el Sisimite– cortesía de una funcionaria internacional, varias de las gotas de buen humor, viralizadas por bolivianos, por redes sociales, mientras se disparaba la alarma en la casa de gobierno, alertando de la gestación de un “golpe de Estado”. -Pues especularon –interrumpe Winston– que montaron un “autogolpe”, dizque para impedirle a Evo regresar al poder. Ah, y que el presidente Arce dizque “plantó cara al general rebelde –ordenándole el repliegue de los uniformados– que irrumpió con un pelotón tras forzar las puertas con un carro blindado”). (No especificaron si se trataba de un “Black Mamba” de esos que se funden nomás arrancarlos). -Al rato –agrega el Sisimite– el mandatario descabezó la cúpula militar, solo para que el general destituido lo acusara “de orquestar el intento de golpe para levantar popularidad”.

Ahora –después de dejarlos actualizados con esos despachos urgentes de última hora– regresamos al interactivo con el colectivo: “Ja, ja, ja, ay no –mensaje de la amiga abogada alusivo al editorial, ¿CALICHE?– no puedo con usted”. “No sabía que tenía en la punta de la lengua esa jerga tan impropia, para la RAE”. “Definitivamente es usted un estuche”. La leída amiga: “¡Está precioso! Estoy disfrutando mucho la serie –gracias por escribirlos– como tratados sobre nuestro caliche y spanglish tipo papiamento”. “Está “yuca” la cosa”. “Anda “prendida”, así que, por si las dudas, hay que andar “yilet” (“gillete”)”. Otra muy buena amiga: “Despupusada (ja, ja, ja) qué risa me dio”. Usted fue “tronco” de presidente, por eso –¿cuántas no quedaron “enculadas” y tantos otros “guindados”, de su gestión presidencial?– la “mara” no lo olvida”. “Hi five”. Otro lector: “Es peor entonces la cosa”. “Se habla nooo un spanglish, sino que una mezcla de caliche con inglés”. “Un calinglish”: “Maje, don’t say that”. “Aborrezco la palabra maje”. “Una cosa es que entre amigos hablaran así; el problema es que lo han llevado a los ambientes de trabajo y negocios”. “En el extranjero los escuchan hablar así y quedamos como un pueblo ordinario”. “Si hasta nuestras clases altas hablan con palabras como ‘majeeeee’”. “Y añada las malas palabras al caliche… añádalas, porque es una verborrea imparable”. Aunque otro amigo del colectivo, que raras veces comenta, opina lo contrario: “Con el caliche estás enseñando al lector a entender, el idioma nacional con hondureñismos”. La amiga doctora: Buenos días, qué editorial más “macizo”. Otra amiga periodista: “Despupusados” (ja, ja, ja) ya días no escuchaba esa palabra. Otra buena amiga que usualmente da acuse de recibo con emojis: En Santa Bárbara se usa la palabra “lumbo”; significa “tonto”. Otra amiga: Me recordó una expresión de mi madrecita linda: “Tomate esa medicina “a tucum”, para que no la sintás feo”.

(Cuentan –entra el Sisimite– que ayer de acuse de recibo de los comentarios ¿te fuiste en “stickers”? -Sí –responde Winston– con las leyendas: La “mara” del colectivo es “macanuda”. Y el otro “Ando hule” y ustedes, por si las moscas, ándense “pianitos”. ¿Y qué opinás –interrumpe el Sisimite– del uso de malas palabras, o sea, consideradas malas o vulgares en muchos idiomas? Consultamos a la IA y explica que se trata de “palabras que suelen ser evitadas en contextos formales o educados, ya que pueden ofender a otras personas o ser vistas como inapropiadas”. “La percepción de lo que constituye una mala palabra puede variar según la cultura, el contexto y la intención con la que se usen”. -Bueno –tercia Winston– yo también, por aparte, consulté, ¿cómo pueden ser malas si aparecen en el diccionario, y si no es más bien cosa de la mentalidad, del uso y de la intención? Y, bingo, el argumento: “Esa es una perspectiva válida y compartida por muchos lingüistas y expertos en comunicación”. “Desde este punto de vista, las palabras en sí mismas no son inherentemente malas o buenas; es el contexto y la intención detrás de su uso lo que determina si son apropiadas o no”. Por ejemplo: “La intención con la que se usa una palabra es crucial. Una palabra puede ser utilizada de manera cariñosa, humorística, ofensiva o agresiva, dependiendo de la intención del hablante”. “Hay quienes argumentan que considerar ciertas palabras como malas puede limitar la libertad de expresión y que el enfoque debería estar en educar sobre el uso respetuoso y consciente del lenguaje”. “La percepción de una palabra como mala o vulgar está profundamente influenciada por factores externos y no necesariamente por la palabra en sí misma”. Y además –agregaríamos– lo ofensivo o permitido, ¿no crees, que sería dependiendo de los gestos y del tono como se emplea?).

Más de Editorial
Lo Más Visto