El auge de la ultraderecha en Europa

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18 de junio de 2024
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12:03 am
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El auge de la ultraderecha en Europa

Por: Arístides Mejía Carranza – Abogado

En el célebre escrito de Carlos Marx denominado el “18 Brumario de Luis Bonaparte”, el autor hace referencia al golpe de Estado del sobrino de Napoleón, comenzando así: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa…”

En las recientes elecciones para el Parlamento Europeo los partidos de extrema derecha ganaron en Francia, Austria, Bélgica, en Italia y en Hungría. En Alemania, Holanda han quedado en segundo lugar.

Una consecuencia ha sido la disolución de la Asamblea Legislativa en Francia por el presidente, Macron, quien ha llamado a nuevas elecciones sumiendo al país en una gran crisis política por la recomposición de las fuerzas políticas y el debilitamiento del gobierno ante la posibilidad que el partido de extrema derecha Reunión Nacional de Le Pen gane la mayoría y logre instalar un gobierno políticamente contrario al presidente.

Hace poco más de un siglo (1923) ocurría el “Putsch de Munich”, la tentativa de golpe de Estado fallida de Hitler que termina con su encarcelamiento pero es el inicio de su ascenso inexorable al poder que se consuma en 1933.

Para entonces el péndulo marcaba como tendencia la subida del fascismo en muchos países europeos, a comenzar por la Italia de Mussolini. Fue indudablemente una reacción a los descontentos que había dejado la primera Guerra Mundial por las indemnizaciones de guerra y los rediseños de fronteras de la vieja Europa, para entonces el centro del mundo.

Era también una reacción al bolchevismo que había triunfado en Rusia y se expandía en Europa, generando temor y el fortalecimiento del nacionalismo.

Sucesivamente y por métodos violentos se fueron instaurando en casi todos los países gobiernos fascistas: Franco en España, Salazar en Portugal, Antonescu en Rumania, Horthy en Hungría hasta llegar al régimen de los coroneles en Grecia después de la II Guerra Mundial.

Para muchos historiadores la primera Guerra Mundial marca el inicio del siglo XX y la caída del muro de Berlín que puso fin al comunismo de tipo soviético cierra un ciclo. Es un siglo caracterizado por ser sangriento: con dos guerras mundiales, tres genocidios y la guerra fría que fue la máxima expresión de la confrontación ideológica entre fascismo, comunismo y las democracias liberales.

Con ello el siglo XX sería más corto cronológicamente pues habría comenzado en 1914 y terminado en 1989. El siglo en que más personas murieron sobre la faz de la tierra.

Esa es la tragedia.

La farsa es esta ola ultra derechista que se ha montado a través del sistema democrático, con varias concesiones ideológicas para alejar el miedo y convertirse en referente contra el descontento de los pueblos de Europa.

Meloni, de Fratelli d’ Italia (de tendencia fascista) renuncia a su anti-europeísmo y pide la ayuda económica a la UE mientras modera su régimen. Le Pen renuncia igualmente a salirse de la UE y al antisemitismo de su padre, fundador del Frente Nacional. La AfD, Alternativa para Alemania, tras declaraciones infortunadas minimizando el papel de las SS, aparta a su líder y renuncia a toda simpatía nazi, Orban en Hungría se queda en la UE y en Polonia como en varios países escandinavos la extrema derecha sufre derrotas electorales y esta acata los veredictos de las urnas.

Fascismo liviano que se asimila más a una especie de populismo de derecha anti-liberal, vociferante contra las élites, pero de demagogos acomodaticios.

Subyace sin embargo algo que debe ser tomado en cuenta y pueda ser el denominador común: el descontrol de la migración y el desorden social. Podría agregar: en pueblos aguerridos la debilidad, el desorden y la victimización termina por cansar. Pedir reiteradas disculpas por el pasado colonial, elevar los derechos de las minorías por encima de la mayoría, exacerbar el anti-racismo hasta convertirlo en discurso a su vez racista contra los blancos, convertir las justas reivindicaciones de las víctimas de los siglos XIX y XX en discurso único preponderante para culpabilizar alimenta el populismo fascistoide de nuestros tiempos.

Todo esto dentro de un contexto del fin del patriarcado que provoca la caída de la autoridad tradicional en la familia, en la iglesia, la escuela y las organizaciones sociales bajo nuevos conceptos sobre la familia nuclear, el género o la identidad.

Por su lado las izquierdas han perdido su tradicional arraigo en el proletariado en las sociedades post industriales donde han desaparecido los barrios obreros y sindicatos. En cambio han tomado las banderas de las minorías marginadas, no para nivelarlas sino para situarlas por encima de toda preocupación mayoritaria.

Esta polarización de los extremistas de ambos bordos es la mayor amenaza para las democracias, la libertad y la idea de equidad del mundo de ayer.

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