El juego del enchute

MA
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8 de mayo de 2024
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12:45 am
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El juego del enchute

Déjame que te cuente…

José María Leiva Leiva.

Miles de hondureños crecimos jugando al trompo, la rayuela, saltar la cuerda, a los mables, al enchute o bien, landa, la potra, al papelote o al yoyo. Cómo olvidar todos aquellos momentos en los que lo único que importaba era divertirse y pasarla bien con los amigos, vecinos, compañeros de escuela. De todos estos juegos que tanta añoranza me traen, hoy quiero referirme en particular, al del enchute, el cual, para los que no lo conocen, consta de una pieza de madera que tiene amarrada con un hilo o lazo otra pieza que usualmente es un palo con una punta. La pieza principal de madera consta de un orificio en el cual, mediante una maniobra en el aire se debe tratar de insertar la parte inferior del enchute.

Llevado el término del juego a “la tradición vernácula hondureña, y particularmente en el lenguaje político”, razón no le falta a Olban Valladares, al señalar que “jugar enchute con alguien quiere decir jugar con él, burlarse, violar su dignidad y aprovecharse de su ingenuidad o debilidad para someterlo a los caprichos del “enchutador”. Por lo general, el que hace el papel del “enchutado” no se percata de que mientras más vueltas lo hacen girar en el aire menos capacidad tiene para zafarse de ese indigno juego”.

Con la figura del controversial designado surge un ejemplo a considerar, pues se prestó ingenuamente –por decirlo en términos caballerosos-, en reiteradas oportunidades al juego político del hoy partido en el poder, que a su antojo lo llevó y trajo donde a ellos les dio la real y regalada gana, como si fuese un objeto de quitar y poner. O, dicho de otro modo, se trató de una suerte del juego del enchute. Un varapalo que siempre se miraba venir, algo así como “una crónica de una muerte anunciada”, pues en esas “convenientes” alianzas que hacían, era como mezclar aceite con agua.

Nunca se entendió cómo era posible, que alguien que enarbolaba banderas del combate a la corrupción, honradez acrisolada, rectitud y otras santas virtudes más, se fuese a asociar con un partido donde pesan tantos anticuerpos, sobre todo, integrado por algunas personas con ejecutorias que distan mucho del mensaje y la imagen pulcra que aquél ciudadano dice o parece tener. Y, además, con una ideología en las antípodas el uno de los otros. ¡Incomprensible!

Señor, en lo sucesivo es recomendable leer o reeler la fábula de la rana y el escorpión, y analizar así, la naturaleza más profunda de cada quien, pues ella es la que dicta su comportamiento, talvez así aprenda de una vez por todas esta su amarga lección y no vuelva a caer en este carrusel de mentiras, burlas y traiciones, como si fuese un culebrón novelesco cuyo último episodio parece ser la aceptación por parte del legislativo de la renuncia del cargo que ostenta, algo así como deshojando la margarita: “se la acepto”, “no se la acepto”, “se la acepto”… Lo que, al final de cuentas, le abre la posibilidad de poder participar como candidato presidenciable en los próximos comicios electorales, ya sea sólo, o en alianza con alguien. Y ojalá ahora recapacite y sepa lo que está haciendo.

Pues, para la reflexión de cada quien, no quita aquél controvertido pasado, cuando en las concentraciones políticas se respiraba franca camaradería, era miel sobre hojuelas donde sobraron los elogios, canticos, risas, se fundieron en cálidos abrazos, hubo aplausos y discursos eufóricos, se desbordaba felicidad y aires de triunfalismo… sí, triunfalismo, pero para los otros, mientras usted servía de escalera. Un contrasentido bien jodido, pues, por un lado, me precio de digno, sano, correcto, pudoroso, virtuoso y único, y, por otro lado, corro y aceptó alianzas con los que son contrarios a mis sentimientos y mi forma de ser.

¿Entonces, en qué quedamos? Por tanto, que le jugaran la vuelta una y otra vez a este “inocente” candidato, era cosa de tiempo. Más de alguien con sabia y lógica razón lo diría: Lo tiene más que merecido. Y otro más abusado exclamaría: “El que por su gusto muere, que lo entierren parado”. ¡Si señor… lo estranguló!  Así pues, ¡Prohibido olvidar!, máxime cuando con su alianza contribuyó en gran medida al triunfo electoral del partido en el gobierno, que por supuesto, también se nutrió con el desmadre ocasionado por la nefasta administración nacionalista.

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