MINIFICCIONES DE FERNANDO ESCOBAR (*)

ZV
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25 de febrero de 2024
/
12:38 am
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MINIFICCIONES DE FERNANDO ESCOBAR (*)

Fernando Escobar.

MÁS LIGERO QUE EL AIRE
Al amanecer encontramos al abuelo arrinconado en una esquina del techo. Lo hablamos amarrado a la cama, pero se terminó soltando. No quisimos interrumpir el profundo sueño que lo envolvía.

Nos dimos cuenta de su condición caminando por el parque Central. Con cada paso que daba, dejaba más espacio entre sus zapatos y el suelo. A veces se queda quieto y solo miraba al mundo alejarse de él.

Sabemos que un día una brisa lo llevará fuera de la casa, o que cuando lo saquemos a pasear, se desate, y continuemos caminando mientras sube al cielo.

REGALOS
Lo rescaté de un grupo de perros que lo atacaba, la dueña de los perros no podía detenerlos. No supe bien si era un gato montés o un zorro, pero salió corriendo en cuanto separé a la manada con ayuda de mi bordón.

La tarde siguiente lo vi en mi puerta; ante él, yacía la rata que molestaba en la bodega. Entendí el gesto.

Unas semanas después dejó, el collar de un perro. Pensé haberlo visto antes.

Hoy estoy preocupado, porque frente a mi puerta hay una mano cercenada de mujer, sus uñas perfectamente pintadas.

BOSQUE
El tiempo había transcurrido. El pelo de ella ahora era largo y blanco, atado en una gruesa cola que cubría su espalda. Mientras que él había adelgazado, su rostro hosco cruzado de gruesas líneas.

-¿Sabías que la tarde que entramos al bosque iba a terminar contigo? -le preguntó ella.

El asintió.

Empujó un tronco caído que abría un camino aún inexplorado, y comenzaron una nueva ruta entre la maleza. Continuarán buscando la salida del bosque hasta que sus huesos formen parte de él.

COMO UN DIOS
Después de muchas tribulaciones llegué a este lejano lugar. Avancé a rastras hasta perder el conocimiento. Cuando desperté descubrí que los aldeanos hablan sanado mis heridas y estaban pendientes de mi recuperación. Quise hablar con ellos, pero me hablaban en una lengua baja, gutural e incomprensible. Las mujeres admiraban de lejos mi belleza, y los hombres reconocían mis habilidades de fiero cazador. Pasaba días enteros en mis meditaciones, mientras ellos se maravillaban de cada una de mis proezas físicas e ingeniosas ocurrencias. Todas las noches servían un festín, en donde yo era siempre el invitado de honor. Se diría que me trataban como un dios, y por qué no serlo, después de todo yo soy un gato.

UTOPÍA™
Cuando desperté, el sol iluminaba todo con un brillo dorado. Me subí en la báscula y había perdido las veinte libras que nunca había podido botar. Cuando me vi en el espejo me veía diez años más joven. «Es la pérdida de peso», pensé. Tenía más energía y mi mente estaba limpia después de años de depresión.

Lo que más me impactó fue salir a las calles y ver a Tegucigalpa verde de nuevo, aspiré una pulmonada de aire fresco y pude ver familias caminando sin miedo por las avenidas.

De pronto recibí una notificación en mi teléfono: «Su periodo de prueba de UTOPÍA™ ha finalizado. Renueve su suscripción (US$10,000.00/mes) y continúe disfrutando de sus beneficios».

(*) Fernando Escobar (Tegucigalpa, 1978). Escritor, guionista y docente investigador en las áreas de literatura y estudios culturales. Es Jefe Académico de área de Humanidades en la Universidad Tecnológica Centroamericana (UNITEC). Tiene una licenciatura en Letras con orientación en Literatura por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Actualmente, cursa la Maestría en Literatura Centroamericana en la misma universidad. Veinte años de experiencia docente universitaria. Coproductor del programa radial Molinos de viento. Creador de microrrelatos

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