“Las ovejas de Caín” y el arte de construir personajes

ZV
/
25 de febrero de 2024
/
12:36 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
“Las ovejas de Caín” y el arte de construir personajes

Josué R. Álvarez

Giuseppe Vijil cuenta en “Las ovejas de Caín” la historia de un pastor, el más reconocido de Honduras, que hace pacto con las pandillas y con el Gobierno para mantener una relativa paz en su comunidad, y este trato conlleva beneficios no solamente ante la opinión pública, al convertirse en una especie de salvador, sino que obtiene un rédito del oscuro mundo criminal. En otras palabras, es a la vez un pastor y un capo del crimen. Pablo, un joven periodista, por su parte, pretende descubrir y contar los oscuros secretos de este perverso líder religioso.

Desde el punto de vista en el que está hecho este análisis, el principal mérito de esta novela es la manera integral en la que están construidos los personajes. Son por lo menos 6 los que tienen un peso importante en la acción: el pastor Villa, de quien ya se dio alguna referencia en este comentario; Karina, hija del pastor; Pablo, el joven periodista que además es íntimo amigo de Karina; Gustavo, el fotógrafo que acompaña a Pablo; Sergio, un periodista de policiales jugado en la calle y seguidor acérrimo de Villa; y, por supuesto, los pandilleros, encabezados por Chicho el Serrucho.

Cada uno de estos personajes se irgue en el relato con su propio carácter y, lo más importante, con su propia historia. No solamente se presenta cómo son los personajes sino por qué son así. Del pastor, Vijil cuenta desde cuando era apenas un pastor de barrio y la Iglesia era un asunto casi doméstico hasta que se convirtió, después de mucho esfuerzo eso sí, en una de las personas más importantes de Honduras. De Pablo se relata su relación inicial con la iglesia del pastor, cómo se comenzó a relacionar con Karina y a la vez se relata cómo esta comenzó a ser un recuerdo apenas en la vida de Pablo y un fantasma en la vida de todos. Y de Gustavo, por ejemplo, se cuenta cómo pasó de periodista apasionado a “simple” fotógrafo de la sección de deportes. Sergio, por su parte, tiene probablemente la historia más intrincada de todas, aunque sea del que menos se refiere en el desarrollo de los personajes.

Dentro de este sistema, ningún personaje parece casual o antojadizo. Es más, hay una especie de función actancial en los personajes, Pablo (héroe), desea revelar la verdad (objeto) sobre Villa (oponente) mientras recibe ayuda de Gustavo (ayudante). Karina por su parte guía este proceso de desenmascaramiento (destinador) y los pandilleros terminan siendo beneficiados (destinatario).

Estos personajes tan bien estructurados dejan caer una connotación casi alegórica. El pastor representa el poder, corrupto y corruptor, siempre acomodándose a las conveniencias para potenciarse o por lo menos conservase. No importa por encima de quien tenga que pasar. Karina representa la otra parte del poder: los sometidos, los que creen en una posible bondad porque no hay muchas salidas, hasta que un día se agota su fe en un posible bien. Pablo, por su parte, representa a los que se dan cuenta de las perversiones del poder, y buscan por lo menos rasguñar la opinión pública. Gustavo representa a los desesperanzados, los que un día quisieron luchar, pero ya no, porque es mejor así. No vale la pena perderlo todo por un rasguño. Mientras que Sergio es el rebaño, el fiel creyente, el que defenderá hasta las últimas consecuencias y a pesar de la evidencia las atrocidades cometidas por el poder. Los pandilleros representan a los que se creen aliados y no son más que súbditos de quien sostiene el báculo que somete.
Podría pensarse con bastante facilidad que esta novela es una crítica a la religión o a las iglesias, pero lo más probable es que no sea de esa manera o por lo menos parece que es algo más que eso, y la clave se encuentra en Sergio. Además de todos los nombres anónimos, Sergio es la verdadera oveja, Sergio funciona como representación de todos aquellos que hacen posible la obra de un pastor. Tal vez las iglesias (entre correctas y perversas) solo existan porque personas como Sergio existen. Delata pues, una verdad, no creo que exclusivamente hondureña, más bien humana; y que tampoco campea nada más en el reducto de la religión, sino que se amplía a cualquier ideología.

Hay también una especie de desencanto del periodismo como profesión con un compromiso social, que no tiene mucho que hacer frente al poder: o bien se somete a él por dinero o conveniencia de otro tipo o bien lo silencia el miedo. Después de todo no importaba lo que pasara con el pastor Villa, más bien lo que la gente pensara.

Hay una dulce referencia a Sherlock Holmes, a través del apodo que usada Pablo para Karina: la llamaba Watson, y serían ellos dos los que años después, en circunstancias muy especiales emprenderían una labor de persecución del crimen.

“Las ovejas de Caín” es una novela eficiente. Narra lo que desea con los elementos que tiene a disposición y hay mucha coherencia y cohesión entre las historias de los personajes, que resultan creíbles y naturales a pesar de la arriesgadísima decisión de Vijil de hacer hablar a los personajes con parlamentos más largos de lo usual.

Más de La Tribuna Cultural
Lo Más Visto