Enfoques de género

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14 de agosto de 2020
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12:05 am
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Enfoques de género

Carolina Alduvín

Por: Carolina Alduvín

La corrección política demanda que, en todo proyecto o propuesta, se incluya en alguna parte, un acápite dedicado a este tema. Hacerlo, gana puntos y posibilidades de apoyo a quienes lo presentan; omitirlo, se ve mal, por eso, casi siempre se cumple el requisito y a menudo se ignora. Igualmente sucede cuando se establecen cuotas para grupos minoritarios, las mujeres son la mitad de la población y, en política parecen conformarse con un porcentaje mucho menor en lo que respecta a puestos de elección popular. Se dice, sin que haya casos concretos reales que lo comprueben o refuten que, si ellas gobernaran, los estados serían administrados con mayor eficiencia, transparencia y honestidad. Muchos lo creen, pocos se esfuerzan porque suceda.

Quienes administran instituciones de crédito, confirman que ellas son más confiables y en general tienen mejores tasas de retorno que los varones. A los pocos días de que la OMS declarara oficialmente la pandemia, se hizo notar que 7 países, todos gobernados por mujeres, tenían ya los contagios bajo control, tomando las medidas necesarias, en lugar de politizar el tema como la mayoría de los gobernantes varones; como resultado, esas economías no tuvieron que cerrar actividades productivas, o reabrieron muy pronto, sin rebrotes ni amenazas como las que mantienen semiparalizado a este país y con bancarrota y hambruna acechando.

Pese a toda la capacidad que ellas tienen y las habilidades que han desarrollado individual y colectivamente desde hace varias décadas, el sistema ha dificultado que ellas alcancen las posiciones cimeras para las que tienen los suficientes méritos, sin mencionar el elemental reconocimiento a su labor y contribuciones que, en muchos casos se otorga injustamente a sus jefes o mentores hombres. Sin embargo, ningún sistema se perpetúa, ni se transforma sin la activa participación de ellas, son ellas quienes educan a los hijos de ambos sexos y quienes permiten que, a cierta edad, su influencia deje de ser la más importante.

En los sistemas biológicos, a los cuales los humanos no somos ajenos, la tendencia en el sexo masculino es a esparcir su semilla, si prospera y fructifica, es lo de menos, lo importante es que llegue tan lejos como sea posible; en cambio, la tendencia femenina es que todo lo sembrado se logre, crezca, florezca y fructifique, no importa que tan pequeño sea el porcentaje, sino el resultado final para esa selecta porción que le toca. Es divertido observar a los grupos de turistas que bajo la dirección de un guía se enteran de que, las hembras de las especies, en su medio natural, seleccionan al macho que despliega las mejores condiciones materiales para el bienestar de la potencial descendencia. ¡Oh, qué inteligentes! -exclaman al unísono- cuando al mismo comportamiento en las mujeres se le da un calificativo irrepetible en este espacio.

Nuestro lado primitivo y animal es por naturaleza corruptible; la condición humana, debería alejarnos de tales características, por medio de la educación, los valores y los ideales que nos distinguen de las criaturas menos evolucionadas. Sin embargo, para algunos es más fácil dejarse llevar cuesta abajo, buscar lo fácil en lugar del esfuerzo por elevarse, al grado de dejar atrás lo poco o mucho que se le haya tratado de inculcar.

Desafortunadamente, estas personalidades muchas veces coinciden con un gran carisma que, al hacerlos muy populares, refuerza en ellos la tendencia a una vida displicente, a la vez que atraen y se quedan con quien no va a cuestionar sus fuentes de comodidad material.

La tolerancia a estas tendencias, junto con la comodidad de la inacción y el conformismo en nombre del “no quiero problemas”, lleva tarde o temprano a la impunidad, esta puede ser resultado de la inercia o, incluso estar garantizada por leyes más que permisivas, concebidas para fomentar la corrupción, mientras las voces de condena, sin importar cuán numerosas y fuertes sean, se abstienen de pasar a la acción. En tales condiciones, una perturbación planetaria como la que estamos viviendo, es la oportunidad perfecta para exacerbar las tendencias irregulares que han prosperado porque jamás se marcaron o respetaron límites.

Sí, honestamente creo que las mujeres lo pueden hacer mejor, el problema -se dice- es que no las dejan; así que, mientras las cosas cambian al grado de que se les permita ejercer el poder en forma directa, podrían intentar mejorar la formación moral de los humanos a su cargo.

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