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7 de julio de 2020
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12:14 am
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Hasta pronto colegas

Adiós 2020

Armando Cerrato
Licenciado en Periodismo

La parca en su infinito recurrido por el mundo hoy en día blande su guadaña sin discriminaciones de ninguna especie y se deleita segando valiosas vidas por cientos de miles, aprovechando la pandemia de coronavirus (COVID-19).
Fue así como entre miércoles y jueves de la semana anterior la mortal guadaña cortó la vida de un colega de la televisión local y su camarógrafo, de un departamento del norte del país, acribillados a tiros por varios sicarios de los cuales ya hay algunos sospechosos en manos de las autoridades.

La implacable muerte valiéndose del COVID-19 se ensañó con la vida de la colega Francis Jaqueline Bojorque, quien por muchos años ejerció como corresponsal de Radio América en la ciudad de Choluteca, donde era muy respetada y apreciada, no solo por su don de gente sino por la valentía y audacia en su desarrollo profesional.
La parca también reclamó la vida del jefe de prensa del populoso canal de televisión HCH, periodista y abogado Pablo Gerardo Matamoros, quien será recordado eternamente por sus compañeros de trabajo y del gremio periodístico en general por su don de gente, caballerosidad, profesionalismo, desprendimiento, solidaridad y virtudes de un verdadero maestro del acontecer informativo nacional e internacional que se prodigaba sin egoísmos de ninguna especie.

La partida de estos dos últimos compañeros, Francis y Pablo paradójicamente se produjo el mismo día, lo mismo que lo fue su ingreso al medio que le dio vida a su carrera informativa, formativa, educativa e ilustrativa en beneficio de la sociedad nacional en un testimonio de quien les diera entrada a Radio América, el abogado y periodista Rodrigo Wong Arévalo.

Wong Arévalo relató que siendo el gerente general de la radio, autorizó a Francis Jaqueline Bojorque, quien a la sazón trabajaba en Radio Paz del departamento de Valle, para que fuese corresponsal de Radio América con cobertura también para el departamento de Choluteca y ese mismo día, el padre de Pablo Gerardo Matamoros le llevó a este para que lo ubicara en la radio, poniéndole a aprender a operar, destacándose en esta labor y luego superarse académicamente hasta obtener los títulos de licenciado en periodismo y derecho.

En la pérdida de estos tres comunicadores sociales en medio de una pandemia mundial nos pone de manifiesto una vez más la debilidad de nuestro sistema de salud público y privado, pues el colega Matamoros falleció tras dos semanas de tratamiento intensivo en uno de los mejores hospitales privados del país, donde sin compasión alguna generó una cuenta de poco más de un millón de lempiras, en otros centros de salud privados sus avarientos propietarios están exigiendo hasta 300,000 lempiras de depósito inicial para tratar a un paciente de COVID-19.

Ante el colapso que vive el sistema de salud pública, las personas de alguna capacidad económica que han sido contagiadas por el mortal virus también atestan los centros privados, volviendo millonarios en pocos días a sus accionistas y sin ninguna garantía de que el letal virus no cumpla con la finalidad última de su existencia que es la de arrebatar vidas humanas.

Expertos virólogos nacionales están solicitando al gobierno que habilite las dos imponentes torres del centro cívico gubernamental como un gran centro de triaje, donde se podrían albergar miles de pacientes habilitando las instalaciones con los equipos médico-hospitalarios y de control biomédico, necesarios y no haciendo compras a lo loco, como ha ocurrido hasta ahora.

El gremio médico nacional y otro personal de la salud ya cuentan varias bajas letales entre su personal por la falta de equipos biomédicos que impidan su contaminación en su trato diario con pacientes afectados por el COVID-19 y exigen transparencia en el manejo de los fondos destinados a combatir la pandemia, especialmente en la compra de medicamentos especificados como paliativos y de los cuales se dice que se compraron varios cientos de miles pero que no aparecen en las cantidades suficientes en los hospitales y centros de salud y de triaje, pero sí en las farmacias privadas donde se expenden con receta médica a precios exorbitantes y no se sabe si esos fármacos vendidos a la población son los que el Estado está obligado a entregar gratuitamente a todo el que lo necesite.

La pandemia, pues ha revelado también los altos niveles de corrupción que imperan en el país sin que a los corruptos les importe la vida de sus compatriotas que a diario mueren víctimas de sanguinarios sicarios, enfermedades comunes y últimamente por las pandemias de dengue y COVID-19, como lo fueron los 3 colegas a los que hoy les digo hasta pronto y coloco simbólicamente sobre sus tumbas las siempre vivas del recuerdo.

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