¿Qué nos pasó a los centroamericanos?

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6 de junio de 2020
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10:00 am
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¿Qué nos pasó a los centroamericanos?

Escrito por el licenciado Jorge Bueso Arias Uno de los dos sobrevivientes de los fundadores de la Integración Centroamericana

El primero de mayo del año 2002, empezó a circular el euro como moneda única para doce de los países que conforman la Unión Europea.

Un paso más en la unidad económica de Europa, en donde ya hay libre movilización de personas, mercaderías y capitales. Prácticamente ya no hay fronteras. Un paso más hacia una posible unión política, no sé de acá a cuántos años, pero para allá van.

En 1962 los 5 países que al independizarnos de España formamos la República Federal de Centroamérica, íbamos mucho más adelante que Europa en el proceso integracionista.

En diciembre de 1960, al esforzarnos por acelerar la Integración de Centroamérica, se había firmado el Tratado General de Integración Centroamericana, que entró en vigencia en el año 1961 y que le dio vida al Mercado Común Centroamericano y a una zona que permitía la libre movilización de personas, de capitales y de todos los productos centroamericanos, excepto unos 5 ó 6 que quedaban excluidos temporalmente del libre comercio. Habíamos establecido aranceles únicos hacia el exterior, a través de la Nomenclatura Arancelaria Uniforme de Centroamérica (NAUCA).  Habíamos creado el Banco Centroamericano de Integración, cuya sede en nombre del gobierno de Honduras pedimos que fuera la capital de nuestro país y aquí lo tenemos.

En virtud de lo acordado dentro del Tratado General de Integración, a los 5 años teníamos que establecer una zona centroamericana de libre comercio y ya hablábamos  de una posible unión aduanera 5 años después.

Existían relaciones muy estrechas entre los Bancos Centrales de los 5 países. Se había creado el Consejo Monetario Centroamericano y la Cámara de Compensación Centroamericana.

Es cierto que al suscribirse el Tratado en Managua en diciembre de 1960, inicialmente Costa Rica no quiso participar. Nosotros comprendíamos las razones que Costa Rica tenía para no querer hacerlo.

Con razón, los representantes de su gobierno, alegaban que los demás países de Centroamérica estábamos desde el punto de vista político, muy atrasados y que éramos “unos bárbaros” políticamente hablando, como me lo dijo uno de sus ministros de Economía en una ocasión.

Todos los 4 países del norte de Centroamérica habíamos sufrido de dictaduras de gobiernos opresivos y habíamos pasado por períodos donde nuestras libertades se nos limitaban, si no es que se nos quitaban del todo. Costa Rica, por lo contrario, había gozado de regímenes democráticos y gozado de una plena libertad desde antes de 1870.

Cuando tratamos de este asunto con los representantes de los otros 4 gobiernos de Centroamérica, yo insistí en que no podíamos detener nuestra marcha hacia la integración por la renuncia del gobierno de Costa Rica a participar inicialmente en el proceso acelerado de la integración de Centroamérica. Les manifesté que comprendía a los ticos, pero estaba seguro que la fuerza gravitacional que generaríamos los 4 países del norte como bloque,  los obligaría a incorporarse. En efecto, así sucedió, creo que un año después de haber entrado en vigencia el Tratado de Integración Económica.

Quiero en estos momentos, aclarar que en aquel entonces cuando se suscribieron estos importantes tratados, convenios y Carta Constitutiva del Banco Centroamericanos de Integración Económica, quienes lo hicimos, representábamos a gobiernos resultantes de elecciones más o menos libres en los cinco países de Centroamérica.

Los presidentes eran: Miguel Ydígoras Fuentes, de Guatemala; José María Lemus, de El Salvador; Ramón Villeda Morales, de Honduras; Luis Somoza Debayle en Nicaragua y el presidente Francisco Orlich de Costa Rica.

Para el 62 habíamos los cinco países fijado los tipos de cambio de nuestras monedas con relación al dólar, así:

El quetzal, en Guatemala: Q. 1.00 x $ 1.00

El colón, en El Salvador: C 2.50 x $ 1.00

El lempira, en Honduras: L. 200 x $ 1.00

El córdova, en Nicaragua: 10.00 X $ 1.00

El colón costarricense: No estoy seguro, si 40 ó 45 colones por $ 1.00

Nos habíamos comprometido a que ningún país modificaría su tipo de cambio sino era con el conocimiento y prácticamente con autorización de los cuatro países.

Íbamos tan adelante en el movimiento integracionista, que ya habíamos llegado hasta hablar de la futura moneda única de Centroamérica. Yo informalmente había pedido ya a los otros ministros de Economía y a los presidentes de Bancos Centrales que fuéramos pensando en llamarla “El Morazán”, en honor a ese gran patriota centroamericano.

Los centroamericanos podíamos cruzar las fronteras comunes con solo presentar nuestras tarjetas de identidad. Las mercaderías podían pasar con solo presentar una declaración aduanera, puramente para fines estadísticos, que en la misma aduana se podía conseguir el formulario aduanero y allí llenarlo. Con unas  pocas excepciones, se movían sin ninguna traba y libre de impuestos, los productos originarios de cualquiera de los países de Centroamérica.

Teníamos una ley para incentivos uniformes a la inversión nacional y extranjera, ello para evitar una lucha entre nosotros que nos llevara a otorgar demasiados beneficios para atraer la inversión.

Íbamos, pues, mucho más adelante que en Europa en la integración económica  y social, como paso previo -esperábamos- para la unión política de los cinco países de Centroamérica.

Yo me atreví a decir más de alguna vez en aquellos momentos, que estábamos nosotros sentando las bases para que los centroamericanos del año 2000 pudieran seriamente considerar la unión política de los cinco países.

Y en una ocasión, el presidente de Costa Rica (creo que fue el presidente Echandi), entusiasmado de ver cómo íbamos avanzando, se atrevió a decir públicamente que existía la posibilidad de una unión política de los cinco países, aun cuando Costa Risa ha sido muy reacia siquiera a considerar la idea.

Íbamos pues, muy delante de Europa. Ahora, 40 años después, estamos muy, pero muy atrás de Europa y nuestra integración económica que con tanto entusiasmo y esperanza los cinco gobiernos de Centroamérica de los años 61 y 62 habían impulsado a través de sus ministros de Economía, presidentes de los Bancos Centrales y Cuerpo Diplomático, está hecha pedazos. El movimiento de personas y mercancías entre los países se hace muy difícil, sobre todo el de estas últimas porque cada aduana solo pone obstáculos y lo único que hace es retardar todo. En cada aduana hay largas filas de furgones y carros esperando que los dejen pasar. Los tales puestos fitosanitarios que hemos creado son centros de corrupción. No exigen los permisos fitosanitarios, pero a cambio piden sus buenas mordidas. Estamos muy divididos, estamos muy distancias y presiones extranjeras son las que están obligándonos a considerar la integración de estos cinco pequeños países, que tanto necesitamos.

¿Qué nos pasó a los centroamericanos para habernos quedado tan rezagados?

Como uno de los dos firmantes sobrevivientes del Tratado General de Integración Económica Centroamericana, de la Carta Constitutiva del Banco Centroamericano de Integración Económica yd e otros convenios de integración deseo expresar mi opinión al respecto.

Quiero atreverme a contestar esta pregunta: ¿Qué nos pasó a los centroamericanos? ¿Quiénes o quién han sido los causantes para estar tan separados  y distanciados, como hoy lo estamos, cuando hace cuarenta años nos habíamos integrado tanto?:

En primer lugar, creo yo, fue el militarismo. El militarismo, entendido como tal, cuando los ejércitos, directa o indirectamente, ejercen influencia decisiva en las disposiciones de los gobiernos. Por supuesto, ese militarismo, consciente  o inconscientemente, es impulsado por los oficiales que en un momento dado componen la dirección de los ejércitos, muchas veces apoyados por civiles que quieren estar siempre al lado del poderoso para gozar de las ventajas temporales que ello pueda darles. Así que todos ellos, con muy raras excepciones, son los mayormente responsables en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua para la desintegración de la Integración Centroamericana.

Como antes dije, al momento de firmarse todos los convenios de integración, todos los gobiernos de Centroamérica eran electos.

Pero  en 1963 vino una serie de golpes de Estado que derrocaron al presidente Ydígoras Fuentes en Guatemala, al presidente Lemus en El  Salvador y al presidente Villeda Morales en Honduras. En Nicaragua, la Guardia Nacional jefeada por el general “Tachito” Somoza, tomaba las decisiones de aquel gobierno. Se establecieron, así pues, gobiernos militares.

Cada ejército consideró a su país como un predio privado para gobernarlo, dirigirlo y explotarlo y como gobernantes justificaban el crecimiento de los ejércitos, en parte, por supuestas amenazas de sus vecinos y, por supuesto, se aprovechaban para enriquecerse la mayoría de los oficiales, con muy honrosas pero raras excepciones.

El golpe mortal al Mercado Común se lo dieron las Fuerzas Armadas salvadoreñas cuando invadieron nuestro país en julio de 1969.

El hecho de que en 1969 ambos países tuviéramos presidentes de formación militar, y con base a las Fuerzas Armadas respectivas, creo que no permitió el diálogo para evitar la invasión de que fuimos víctimas, por la cual desgraciadamente murieron varios cientos de centroamericanos hondureños y salvadoreños.

Y me consta a mí que el hecho de que en Honduras existiera en aquel momento un presidente, que aunque electo en elecciones no muy limpias, era y es de formación militar, no ayudó a evitar esa invasión a nuestro territorio. Voy a explicar en qué me baso para hacer esta afirmación.

En la segunda quincena del mes de junio, el Consejo Central Ejecutivo de nuestro Partido Liberal, considerando que yo que había tenido relaciones de amistad con el general Oswaldo López Arellano, y a quien no había vuelto a ver después del golpe de Estado del 3 de octubre de 1963, que, encabezado por él, las Fuerzas Armadas dieran al gobierno de Villeda Morales, repito, el Consejo Central Ejecutivo me llamó a Santa Rosa de Copán para pedirme que me trasladara a Tegucigalpa para tratar sobre la situación tensa que se palpaba entre los gobiernos de Honduras y El Salvador.

Se me dijo que el Consejo Central Ejecutivo deseaba que yo fuera a visitar al presidente López Arellano para manifestarle que nuestro partido estaba listo y en disposición de ayudar a defender de cualquier manera al país, no al gobierno. Se me advirtió que hiciera énfasis en eso. No lo hacíamos por el gobierno, lo hacíamos por Honduras.

Así fue que el 26 de junio nos reunimos con Oswaldo (me acuerdo que llevaba dos puros, uno para él y otro para mí, ya que ambos nos gusta nos gustaba fumar el puro) y le hice saber el mensaje que por mi medio le hacía llegar el Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal.

Cuando empezamos a analizar la situación y a discutir lo que se podía hacer, pude notar, que de pate del presidente López Arellano no había buena voluntad de hablar con los salvadoreños. En un momento me dijo: “…allí me llama por teléfono, Fidel Sánchez Hernández (el presidente), pero yo no quiero contestarle”. “Él está siendo presionado para que nos invadan y si no lo hace pueden darle vuelta”. Yo le dije más o menos lo siguiente: “Mirá Oswaldo, hay que evitar que eso vaya a suceder, contéstale a Fidel, habla con él, póngase de acuerdo en cualquier diferencia, pero hay que evitar que estalle la violencia entre estos dos países que han sido los más cercanos entre sí en Centroamérica”. Oswaldo me dijo: “Aquí no queremos a los salvadoreños y el pueblo no los mira con buenos ojos”. Yo le contesté: “No es así, Oswaldo, puede que en algunos pocos casos tengas razón, pero aquí hay muchos salvadoreños que son muy apreciados y sus hijos son tan hondureños como tú o como yo”. Le pregunté: “Oswaldo si derrocan al presidente Sánchez Hernández, ¿quiénes llegarán al poder: “Los halcones” o “las palomas”, (denominaciones que en aquel momento se usaban). Y me dijo: “Los halcones”, los que más desean la guerra con Honduras”. Y le contesté: “Por lo mismo Oswaldo, hay que arreglar esto pacíficamente, procura hablar con Fidel y terminen ese conflicto”. Pero no pude convencerle que dialogaran.

Con justificada razón, es que la Unión Europea no permite que formen parte de ella países que no tienen gobiernos libremente electos.

Y continúan los cuatros ejércitos centroamericanos -porque Costa Rica, para su buena suerte no lo tiene- siempre tratando de hacer creer que una de las principales razones de ser y crecer de ellos son las supuestas amenazas de los otros países hermanos, cuestión muy absurda, como absurda fue la creencia de los militares salvadoreños de que nos podían dominar a los hondureños por la fuerza.

Continúan hablando hoy de equilibrio de fuerzas en Centroamérica, comprando equipo bélico y haciendo gastos muy altos, etc. Etc. Recuerdo que cuando en 1962 luchábamos para la integración de estos países, teníamos la esperanza que para el año 2000, Centroamérica contara con un ejército federal único, profesional sujeto a autoridades libremente electas y bajo un gobierno civil centroamericano.

Yo pido a los centroamericanos, sobre todo a la juventud, que lean estas mis opiniones, que jamás permitan que el militarismo vuelva a dirigir los destinos de nuestros países. Somos centroamericanos y no debemos pelearnos entre nosotros mismos. Nuestro futuro está en la unión, inicialmente integrándonos económica y socialmente  y en el año 2021, tal vez, al cumplirse los 200 años de nuestra independencia, podamos, sino todos, algunos de los cinco países, unirnos políticamente como se trató de hacer en 1898, cuando el Distrito Federal de los Estados Unidos de Centroamérica lo formaban los departamentos de La Unión de El Salvador, Valle y Choluteca de Honduras y Chinandega de Nicaragua, no hubieran disputas por las aguas y fronteras ene l Golfo de Fonseca y no habrían pescadores presos. O como se trató de hacer en 1921, cuando los tres países del norte formaron la República Federal de Centroamérica, al celebrarse los cien años de nuestra independencia. Nuestra unión es la única salvación para estos pueblos.

En segundo lugar, quiero hablar de posibles errores y vacíos que tal vez se cometieron o se dejaron en el movimiento integracionista y que al ver lo que ha sucedido en Europa comprendo que no fuimos suficientemente previsores. Al fin y al cabo, “después de lo sucedido, todos somos sabios”, reza el refrán. Nos faltó institucionalizar la reunión periódica de nuestros presidentes. Que para ello hubiera sido necesario, como lo ha hecho Europa, asociarse solo con países con gobiernos libremente electos. Ahora lo comprendo. Me acuerdo  que cuando los ticos nos recordaban lo de nuestro atraso político, yo les contestaba que precisamente necesitábamos de su participación para que nos ayudaran a democratizarnos. Tal vez ello se hubiera logrado sino hubieran venido los golpes de Estado. Ahora espero que con los nuevos movimientos de integración centroamericana  se institucionalice, la reunión periódica y obligatoria de los cinco presidentes, como creo que trató de hacerlo el expresidente Callejas durante su período de gobierno.

Me consta que el presiente Villeda Morales era muy integracionista y acudió a muchas citas con los presidentes centroamericanos, aun haciendo sacrificios, como lo hicieron en la reunión que tuvieron en Citalá, El Salvador, alumbrándose con lámparas Coleman de kerosene, los presidentes Villeda Morales, Ydígoras fuentes y José María Lemus para ordenar a sus ministros darle un impulso más fuerte a la integración y en donde el 9 de enero de 1960 firmaron la Declaración conjunta de los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador sobre Asociación Económica Tripartita.

Después he notado que nuestras cancillerías centroamericanas no han absorbido, o no se ha inculcado, el espíritu centroamericanista. Las cancillerías se han vuelto, creo yo, con algunas excepciones, también como reductos de personas anti-integracionistas e imaginando que representan a países fuertes que pueden sobrevivir independientemente. No he visto en nuestras cancillerías ese afán y deseo de luchar por la integración de Centroamérica, ni creo que tengan un departamento o división dedicado solo a eso. Pareciera que no les interesa, pues al unirnos desaparecerían cuatro y quedaría una sola.

En los cinco países de Centroamérica, nuestras cancillerías o hacen esfuerzos sinceros o valederos para ir adelante en la integración centroamericana. Todo lo contrario, nos han dividido.

Todas nuestras Constituciones, excepto esta última de 1982, declaraban que Honduras era un estado disgregado de Centroamérica y de una vez autorizaban al gobierno y Congreso a firmar y aprobar convenios tendientes a reconstruir esa unión.

En la Constitución vigente, olvidándonos de nuestro origen y futuro centroamericano, ya solo en el preámbulo de la misma se manifiesta que “basada en la fe de la restauración de la unión centroamericana se aprueba”.

Nuestros dirigentes políticos, con raras excepciones, no consideran en serio la integración de estos países a pesar de que es el único camino que tenemos para prosperar y combatir la pobreza. Si continuamos separados y divididos, es cierto que habrá un grupo o grupos  de personas que son o se harán  muy ricas encada país, pero la gran mayoría del pueblo seguirá en la pobreza, en lugar de ir reduciéndola y en lugar de ir aumentando la clase media. Eso lo lograremos más fácil y rápidamente si nos unimos. Solo pensemos en lo que nos ahorraríamos teniendo un solo embajador y una sola sede diplomática, en lugar de cinco en cada país con el cual tuviéramos relaciones.

 

Yo personalmente, creo que cuando fui candidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberal, perdimos, en esa ocasión, en parte, por mi entusiasmo y fe en la integración y unión centroamericana.  Se me acusó y se me manifestaba que el Mercado Común Centroamericano había sido muy dañino para el país, simplemente porque teníamos una balanza comercial desfavorable con el resto de Centroamérica. Explicaba que cuando negociamos el Tratado General de Integración Económica, sabíamos que eso nos sucedería porque era natural que estando Guatemala y El Salvador más adelantados nos viniera esa situación al inicio de las relaciones comerciales.

Pero como lo manifesté más de una vez, no me interesa tanto considerar dónde estábamos porque esa ya era historia, sino para dónde íbamos y buscar un futuro más prometedor. Lo repito, hoy, ese futuro está en la integración y unión de Centroamérica.

 

Les contestaba yo por qué no protestaban por nuestras relaciones comerciales con el Japón, país con el cual teníamos una balanza comercial muy desfavorable mucho más que con los hermanos de Centroamérica, ¿qué les molestaba? Les decía que con tal de que lo que importábamos de Centroamérica fuera de igual o mejor calidad y precio de la que importábamos de otros países, no debía preocuparnos una balanza comercial desfavorable con un país de Centroamérica.  Al fin y al cabo se estaba comprando a hermanos que a su vez nos compraban a nosotros.

Repito, pues, que nuestros dirigentes políticos no están imbuidos del espíritu centroamericanista que tanto necesitamos en nuestros líderes.

Y por lo que oigo de Nicaragua y de El Salvador, las clases políticas de allá se están comportando también con poco interés a la integración de nuestros países, con muy honrosas excepciones.

En tercer lugar, golpearon a los movimientos integracionistas los intereses creados en cada país, donde grupos monopolísticos o empresas grandes semi monopolísticas no les interesaba o interesa  la competencia ente los productores y comerciantes centroamericanos y preferían enriquecerse teniendo un mercado cautivo en cada nación a enfrentar la competencia, que los hubiera obligado, seguramente, a mejorar la calidad y bajar los precios de sus productos vendidos a los pueblos consumidores centroamericanos, quienes indudablemente serían los principales gananciosos de la integración económica.

En una u otra forma, en distintas ocasiones, estos intereses creados nos han afectado, en algunos países con más fuerza que en los otros y nos han estorbado en ese camino que estos pueblos de Centroamérica debemos seguir.

No sé qué  errores pudimos haber cometido quienes en aquel momento impulsamos con todo entusiasmo y fe la integración de nuestros países, que habiendo nacido nidos al mundo independiente, hoy, 181 años después de su independencia, están  más separados y más distanciados que en ningún otro momento.

No creamos en aquel tiempo un Parlamento Centroamericano que nos hubiera ayudado a acercar a los congresos entre sí. Ese fue un error cometido por nosotros, pero el PARLACEN –como hoy se le conoce- fue creado después y ha sido un error de los países de Centroamérica o darle  más poderes y más vigencia, como lo ha hecho Europa con su Parlamento Europeo. Creo que debe dársele más poderes al PARLACEN y hacer sus resoluciones vinculantes, por lo menos, hoy por hoy, solo en algunos campos. Por algo debemos comenzar para darle más poderes.

No debemos hablar solo de integración comercial, como pareciera que ya está hablando nuestro presidente  Ricardo Maduro, porque nosotros, los cuatro países del norte de Centroamérica tenemos que hablar, no solo de integración comercial, sino que económica, social y política que tanto necesitamos. Costa Rica vendrá después, de eso estoy seguro si triunfamos en el esfuerzo. ¿Qué cuándo va a llegar la unión política?, también estoy seguro de que eso no lo veré, pero talvez mis nietos o sus hijos la verán.

Pero allí está, la podemos alcanzar. En manos de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua está  lograrlo. Costa Rica, repito, se nos unirá después. Pero los otros cuatro países tenemos que ir trabajando desde ya.

Quiero terminar este desordenado recuerdo que he hecho de los esfuerzos integracionistas en que a mí me tocó participar, recordando algunas palabras del testamento del General Francisco Morazán: “Declaro: que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes de dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.

Pero sí confieso que a mí se me han brotado lágrimas de tristeza cuando he visto cómo los países de Europa, con diferentes idiomas, con un historial de guerras entre sí, con diferentes costumbres y religiones hayan adelantado tanto en su integración con mucho entusiasmo y con mucha fe en el futuro de Europa. Son “más Europa”, como dijo el presidente Aznar de España y quieren seguir siendo “más Europa” con cada día que pasa.

Mientras que nosotros, pequeños países que una vez estuvimos unidos, que hablamos el mismo idioma y con las mismas costumbres y religión, andamos disgregados como cinco animalitos perdidos en un bosque y sujetos a que nos coma cualquier animal más grande. Aquí por el contrario de lo que se dice en Europa, parece que cada día que pasa gritáramos: “Menos Centroamérica en nuestros esfuerzos de integración económica”.

“Menos Centroamérica en los sentimientos de los centroamericanos”.

“Menos Centroamérica en nuestras relaciones diplomáticas”.

Eso, hay que cambiarlo.

Jorge Bueso Arias fue firmante del Tratado General de Integración Económica Centroamericana y del Convenio Constitutivo del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), EL 13 DE DICIEMBRE DE 1960, en la ciudad de Managua, Nicaragua, en su calidad de ministro de Economía y Hacienda del gobierno de la República de Honduras.

Ha dedicado gran parte de su vida al proceso de integración centroamericana, como protagonista en los primeros pasos del mismo y en el nacimiento y desarrollo de los principales organismos de este proceso.

El Partido Liberal de Honduras lo postuló como candidato a la Presidencia. Asimismo ha tenido un importante papel en la banca y en la empresa privada.

 

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