Resolver los problemas

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7 de mayo de 2024
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12:46 am
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Resolver los problemas

Rafael Delgado

Una y otra vez se ha repetido la discusión sobre el origen y las consecuencias evidentes de la tragedia ambiental en la que ya estamos en Centroamérica, particularmente en Honduras. Pero para desgracia de los habitantes y de todos los seres vivientes, poquísimo se ha hecho para abordar el problema como merece. Por ello las manifestaciones de esta crisis siguen allí, tomando regularidad y fuerza, configurando con esa dinámica en ascenso un escenario fatal que nadie desea y que quizás no se ha entendido en sus implicaciones para la vida de cada uno de los hondureños.

En estas últimas semanas, para el caso, el país ha estado cubierto de una densa bruma conformada de una combinación de elementos nocivos producidos por la actividad humana. En Tegucigalpa, en San Pedro Sula y a lo largo del país sufren todos ante esa densa bruma. No es algo nuevo, lo hemos vivido en el pasado reciente, pero manifestándose ahora con mayor intensidad. Pero eso no es lo único. Los grandes centros urbanos del país se paralizan cada día más, con un congestionamiento vehicular en sus calles y bulevares, que no solamente genera atrasos, sino que resulta costoso por el aumento en el consumo de combustibles, así como en la contaminación que produce quemar carburantes. Se puede agregar a ello, el incremento de los desechos sólidos y líquidos que se generan en las casas, así como en las empresas que, de manera silenciosa, escondidos en el alcantarillado o abiertamente en los basureros, fluyen indefectiblemente hacia los ríos y costas del país. Todo lo anterior, rápidamente ha deteriorado la calidad de vida de los seres humanos, de la flora y fauna, poniendo sobre la mesa la radiografía de un país en medio de una crisis ambiental sin abordarse debidamente.

Esto nos lleva a centrar la mirada en los líderes del país principalmente en el ámbito político como de los negocios. La inutilidad en resolver o en al menos amortiguar las causas como los efectos es peligrosa y alarmante para todos los hondureños. Muchos de los poderosos no ven esa crisis, ya que están ocupados en sus absurdos propósitos en el ejercicio del poder político y económico. Otros quizás empiecen a percibirla como una amenaza para mantener sus cómodas posiciones de poder, pero indudablemente no poseen la capacidad para medianamente enfrentarla. Hay quienes también en sus dogmas inútiles esperan que el mercado los resuelva. De paso la institucionalidad del país, bombardeada por el oportunismo y el crimen está postrada.

Los hondureños sabemos que cada día que transcurre, marcados por la estrechez de los criterios con los que se ejerce el poder, los daños aumentan. Por ello es necesario desactivar esos perversos incentivos de la democracia electorera que nos alejan de las preocupaciones fundamentales y que mantienen a los supuestos líderes del país en un eterno ajetreo de lo absurdo e irrelevante. Además, es estratégico introducir altos estándares de calidad en los que ejercen cargos de elección popular, así como posiciones en la administración pública. Conocimientos profundos, experiencia suficiente y competencias son el perfil requerido que no puede ser sustituido por el parentesco y la lealtad certificada. Además, las acciones en contra de la crisis ambiental deben ser ejecutadas por cada institución, cada empresa y cada hogar. Esas acciones individuales, coherentes entre sí, sumadas son la única vía que puede empezar a revertir los incendios, la contaminación del aire como del agua y la muerte de los recursos naturales. De lo contrario, las tímidas medidas unilaterales, por aquí o por allá, quedarán en inútiles esfuerzos que solamente tranquilizan la conciencia de los que las ejecutan.

La agenda política del país anda perdida en preocupaciones ligeras. Particularmente deplorable resulta que la actual administración mantenga un discurso que se agota en la provocación sin ninguna sustancia transformadora detrás de ello; convirtiéndose en una caricatura de históricas luchas que quiere emular. Mientras tanto la crisis ambiental avanza; mientras tanto los campesinos siguen pobres y sin acceso a tierra ni a los mercados; mientras tanto los ricos se hacen más ricos y cada vez hay más nuevos ricos en las filas de los allegados al poder.

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